Sobre nosotros

Cafetería Nebraska

Nuestra historia:

A Juan Pedro Carrero le brillan los ojos contando la historia. "Entré en el Nebraska de Gran Vía en 1975. Yo tenía 16 años y mi primer sueldo fue de 1.800 pesetas. Era mucho, en el Florida Park me pagaban 300. Nebraska era un 'boom'. Venían famosos, en la entrada había un portero con gorra de plato". A su lado está Pedro Simón, su compañero de fatigas, su socio: "Muchas noches, le subía la cena a José María García a la SER: una tortilla francesa y una manzana". Ambos tienen 58 años y son del mismo pueblo (Torrenueva, en Ciudad Real). Los dos se han embarcado en una empresa romántica: reabrir uno de los Nebraska.

Juan Pedro y Pedro fueron de esos 90 empleados que el pasado mes de enero recibieron como un mazazo el cierre de Nebraska. De la noche a la mañana, la cadena de cafeterías, memoria de Madrid, había sido vendida a un fondo de inversión, Corpfin Capital Prime Retail, por poco más de 4,5 millones de euros. Este liquidó los bares e indemnizó a la plantilla. Quiere los locales para abrir tiendas de ropa. La restauración no interesa. La cadena, fundada en 1955 por los hermanos Blanco Sierra, procedentes de Cangas de Narcea (Asturias) y sin experiencia en la restauración, solo valía lo que valían sus locales.

Hace 31 años, Pedro abrió como gerente el Nebraska del populoso barrio de Tetuán (Bravo Murillo 293). Con el despido se fue a su casa pero se removía inquieto: "Tenía la indemnización pero le daba vueltas a la cabeza". A su lado, Juan Pedro explica que hizo cuentas: "He sido de todo en Nebraska, los últimos años en mantenimiento. Tengo 58 años y a esta edad ya no me coge nadie. Podía tener dos años de paro, sí, ¿pero luego qué?". Ellos conocen las tripas del local y creen que puede ser rentable. "La empresa necesitaba hacer un ERE", afirman para explicar que a los anteriores dueños no les fuera rentable.

Así que han decidido jugarse la indemnización y reabrir el único local que Nebraska tenía de alquiler, el de Tetuán. Cuenta que los herederos de los hermanos Blanco, los fundadores, les dejan usar el nombre. "El Nebraska de Gran Vía era más impersonal, pero este es de barrio, nos conoce todo el mundo. Contamos con el barrio. Hay gente que venía los fines de semana desde Alcalá o desde Valdemoro a llevarse los perritos".

Como el local ha estado poco tiempo cerrado no tiene mucha faena reabrirlo, más papeleo que otra cosa. "La carta será la misma y los precios, iguales", cuenta Pedro, el gerente. La carta y el logo lo mantienen -dicen que con permiso de los dueños-, como la receta de la famosa mostaza, pese a que como revancha fue publicada en Twitter por los trabajadores cuando cerró la cadena. Ellos dicen que con la receta que dieron no es suficiente para hacerla y que conservan trucos secretos. El local sigue con los mismos bancos enfrentados y la misma promoción de los perritos y platos combinados.

Van a contratar a siete camareros de Nebraska de toda la vida -"primero los compañeros"- y confiar en la respuesta del barrio. "Si Pedro no levanta esto, no lo hace nadie", opina un compañero que ha ido a echarles una mano. Se palpa la excitación entre ellos. Nebraska era su casa. Cuentan que al principio se contrataban entre familiares. "Mi padre, mi primo, mi cuñado y yo trabajamos en Nebraska, y Pedro tenía a un primo y a un tío en la empresa", cuenta uno de los socios.

Una vecina interrumpe. Cruza la persiana medio bajada y les da ánimos: "Me alegro mucho de que abran. Espero que les vaya muy bien". Ella, como todos aquellos que lloraron el cierre de Nebraska en las redes, tendrá una oportunidad de mostrar su sinceridad el próximo 1 de abril. Ese día reabre Nebraska. Solo en Tetuán. Pedro y Juan Pedro y los demás camareros de toda la vida garantizan la autenticidad.

Entrevista de El Confidencial, 22-03-2017

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